He dejado que La Muerte se siente a mi mesa.
Le extendí mi brazo y me mordió.
La sangre hizo el resto...
Sólo queda la luz de una vela y apenas
me siento respirar, no puedo.
No alcanzo a oír mi latido.
Me muero.
Y le miro a la cara.
La Muerte no lleva capucha negra,
ni siquiera una enorme hoz.
Los colmillos son ciertos y le gotea
un rojo elixir de vida, la mía.
He muerto.
Ahora se levanta y se va.
Ha esbozado la sonrisa depravada,
no quiso admirar su obra. Nunca lo hace.
Yo quedé con los ojos abiertos mirando la nada.
Obligado a contemplar su huida.
Pero sin vida.
¿Seguiré así, eternamente muerto ?